miércoles, 17 de febrero de 2010

Reflexiones del Santo Padre para la Cuaresma 2010


"Para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia"

El Santo Padre, en el mensaje para la Cuaresma 2010, hace un análisis interesante acerca de la ‘justicia’. Es por ello que el lema de este año es: "La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo". Benedicto XVI dijo que “la justicia ‘distributiva’ no proporciona al hombre todo ‘lo suyo’ que le corresponde” y agregó que “además del pan y más que el pan, necesita a Dios”.

Es una palabra muy utilizada en estos tiempos. También es muy escuchada en los medios masivos de comunicación y, por qué no, en las charlas de café entre familiares y/o amigos.
Se trata del término ‘JUSTICIA’, palabra que escogió el Santo Padre para que sea el eje de su mensaje para la Cuaresma 2010 y cuyo lema de este año es: “La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo”.
Al inicio de su mensaje comienza por desmenuzar la palabra ‘justicia’. “Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum"., según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III”.
Más adelante Benedicto XVI señala que “esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno” y agrega: “Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley”.
Luego afirma: “Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle”.

¿Qué satisface al hombre?
En otro párrafo del mensaje, el Vicario de Cristo en la tierra es muy claro al mencionar que las cosas materiales no satisfacen al hombre sino Dios. “Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios, pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios”.
Por otra parte Benedicto XVI se refiere a qué cosas lo convierten impuro al hombre y se manifiesta en él la injusticia. “La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal…Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo”.
El egoísmo, manifestado en el hombre –según el Papa- es la principal causa de “imponerse por encima de los demás y contra ellos”. Pero se pregunta: “¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?”.
Para dar una respuesta adecuada a esa pregunta, el Santo Padre utiliza el término ‘sedaqad’ que significa “por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo, en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda. Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe”.

Falsa ilusión
Por lo expresado arriba, Benedicto XVI manifiesta que “para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia”.
Otra pregunta para la reflexión nos deja el Papa: “¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?”. E inmediatamente afirma: “El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado… por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia”.
Finalmente señala que la humildad es la llave para reencontrarse siempre con la justicia. “…hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor, la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar”.
“Precisamente –continúa- por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor”.

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